Para aprender a decidir - Opinion - ABC Color

BARCELONA, España — Van y vienen, se van, no se vienen, no se van. Su gobierno no sabe cómo hacer lo que les propuso que quisieran, ellos vacilan y se preguntan si deben respetar su propia decisión. Pero también sé que la inmensa mayoría de los hispanoparlantes dirá referéndums, que no tienen por qué conocer ni reconocer ese plural latino y que, aunque se equivoquen, de algún modo tienen razón, porque son más y el idioma termina por adaptarse a ellos. Un referéndum debería ser el momento supremo de la democracia: cuando aquellos que siempre delegan su poder de decisión lo retoman y ejercen. Y, sin embargo, últimamente desconfían: las decisiones que han tomado los referéndums recientes juegan en contra. La idea de delegación —“el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes”— era inevitable en tiempos en que las personas no tenían modo de comunicar su voluntad: si el presidente de Francia, digamos en 1876, debía consultar sobre un nuevo impuesto o la educación laica o la expulsión de extranjeros a los vecinos de Rennes, Toulouse, Niza y Pétaouchnok-sur-Oise, la decisión podía demorar años. El principal: que, para confiar en la decisión mayoritaria, realmente democrática, se necesitan ciudadanos mucho mejor instruidos, mucho más enterados y más interesados que los actuales. ...[Leer más]